Esposada y con chaleco antibalas. Así apareció la monja japonesa Kosaka Kumiko en su traslado a los tribunales argentinos.
La religiosa está acusada de encubrir a los sacerdotes que, durante años, abusaron sexualmente de los niños sordos que tenían a su cuidado en el Instituto Provolo de Mendoza, en Argentina.
«Soy inocente. No sabía de los abusos. Soy una persona buena que he entregado mi vida a Dios», ha asegurado la monja en su declaración testimonial. Para la Justicia hay prueba suficiente que compromete a reliciosa y, por ello, fue rechazado el pedido de prisión domiciliaria.